Septiembre huele a tiza, a libros recién forrados, a lapicero y a «goma MILAN nata». Es un mes de miradas al pasado que evoca los recuerdos de la niña que fui.
Me gusta reencontrarme con esa niña, charlar con ella, abrazarla, darle las gracias por haber hecho posible que hoy sea quien soy y recordarle que, aunque hace tiempo decidí vivir en «el aquí y el ahora», siempre buscaré momentos para traerla a mi lado.
Mi «yo» niña quizás no acabe de comprender estas cosas que le explico. Ella fue una alumna aplicada, que aprendió en clase de lenguaje que los verbos se podían conjugar en diferentes personas, tiempos y modos, pero, nadie le enseñó a conjugar el pasado, el presente y el futuro de la vida.
Con los años y la experiencia, aprendió que la vida es una sucesión de momentos y se esforzó por gestionarlos de la mejor manera posible.
El pasado nos modela, nos forja, nos enseña. Es una mochila a nuestra espalda que debe ayudarnos en el camino, pero nunca debe pesar. Está bien abrirla de vez en cuando, ver lo que contiene y recrearnos unos instantes en un momento feliz, reflexionar sobre un aprendizaje o ser compasivos con una situación. Pero hemos de ser capaces de sacar de ella los apegos y de soltar todo aquello que lastra nuestro presente y nuestro futuro.
El presente es el mayor tesoro. Es lo que realmente tenemos y lo que más a menudo dejamos ir, ocupando nuestra mente con pensamientos que nos alejan de él y que, en ocasiones, nos generan emociones que no buscamos. El reto es vivirlo desde la calma, desde la atención plena, saborearlo, hacer que valga la pena… y que valga la vida.
Y el futuro, otro tiempo de difícil conjugación. El futuro aún no existe, no sabemos si existirá y, probablemente, no será como lo imaginamos hoy. Aún así, perdemos una buena parte de nuestro presente con pensamientos sobre ese futuro. Nos han educado así, nos han educado para planificar, para ponernos metas, diseñar estrategias… Y, además, es recomendable hacerlo, al fin y al cabo el futuro es el lugar hacia el que caminamos.
Y en esta contradicción reside la dificultad: definir ese futuro comprendiendo que es lo que somos hoy lo que nos lleva a ese mañana y que, en un mundo en que lo único permanente es la impermanencia, todo puede cambiar y debemos tener la resiliencia suficiente para reaccionar desde el presente y buscar el viento a favor.
Sabias reflexiones. Buenos consejos. Sigue escribiendo. Gracias.
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Me alegra que compartamos estas reflexiones. Muchas gracias, por TODO.
Sigo con interés los contenidos de tu blog sobre salud y fisioterapia, me gustan mucho. Gracias también por ello.
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