Durante la mayor parte de mi vida he comprado aquello que creía necesitar, sin demasiados análisis un «lo necesito» era suficiente razón. Tuvo que llegar una pandemia que puso en jaque nuestra manera de vivir y de pensar para que un buen día algo hiciera click y comenzara el cambio.
Mi camino hacia el minimalismo comenzó al más puro estilo Marie Kondo.
Llevaba tiempo planificando un nuevo armario en casa («una casa nunca tiene demasiados armarios» y, además, «lo necesitaba«), de repente me hice la pregunta ¿necesito de verdad renunciar a metros de espacio en mi casa para colocar un armario?¿no es mejor liberar espacio en los que ya tengo?… preguntas existenciales que llegan después de varios meses confinado sin apenas salir de casa.
En ese momento comenzó el ejercicio de desapego más profundo que he hecho en mi vida y que todavía hoy no ha terminado: decidir qué cosas materiales necesito de verdad y de qué puedo desprenderme, y hacerlo.
El primer día fue muy fácil, llené varias bolsas con cosas que almacenaba y de las que poco me importó desprenderme, cero dramas. A partir de allí el reto se volvió más difícil: desprenderme cada día, durante tres meses, de una cosa diferente; pero, ¡lo cumplí! y la sensación de liberación resultó tan adictiva, que todavía hoy hago ejercicio de tirar algo una vez por semana. No se trata ya de grandes cosas normalmente, pero siempre hay algo de lo que se puede prescindir. Por supuesto, siempre, desde el respeto a cada objeto, con un momento para el recuerdo de algún momento que nos ha hecho vivir y agradecimiento por haber formado parte de nuestras vida.
Superado ese primer paso, comenzó la segunda parte del proceso un cambio radical en mi manera de consumir basado en el convencimiento de que, menos cosas materiales reportan más felicidad, que menos es más.
Quiero llenar mi vida de experiencias, de momentos vividos, por eso decidí renunciar de manera premeditada al exceso de cosas materiales. Desde que he empezado este proceso he frenado las compras por impulso y he comenzado a meditar y razonar cada decisión de compra.
Comprar menos me hace doblemente feliz. Por un lado, haberlo meditado tanto y comprobar que lo deseo de verdad y no un capricho, me reporta mayor satisfacción. Por otro, sigo liberando de cosas materiales en mi vida y construyendo un entorno más Zen que me genera una mayor paz mental.
Queda mucho por recorrer, este es solo el inicio pero siento que he encontrado el mejor camino hacia el SER, desprendiéndome poco a poco del TENER y el PARECER.
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